La alimentación puede llegar a ser desde lo no significativo (comer porque sí, sin ponerle consciencia) hasta lo más nutritiva.
Debemos estar atentos sobre lo que introducimos en nuestro cuerpo, sobre todo si queremos conservarlo por un largo tiempo sin que se enferme.
Nutrirnos no implica únicamente ingerir alimentos; el pensamiento, la palabra y la acción conscientes y alineadas dentro de los mismos eslabones son fundamentales, porque cuando se comienzan a dar esos pasos de consciencia, la alimentación se vuelve más importante y ponemos mayor atención sobre aquello que elegimos. Así, comenzamos a notar con mayor claridad que cuando comemos lo que nuestro cuerpo no necesita, no nos cae bien, porque al alimentarnos estamos nutriendo cada célula del cuerpo.
La alimentación consciente entonces pretende desarrollar en nosotros la capacidad de ajustar en la medida de lo posible lo que comemos a las necesidades del cuerpo, sin evitar aquellos momentos placenteros vinculados a la alimentación. Por todas estas razones, una alimentación más consciente puede evitar conductas nocivas al momento de comer que con el tiempo, perjudican la salud.
Primer paso. Para lograr una nutrición adecuada, en menester erradicar de nuestra dieta el azúcar, los edulcorantes artificiales y la harina de trigo, que es altamente adictiva y, por ende, nociva.
Actualmente, el trigo que estamos consumiendo está genéticamente modificado: el trigo de hace 60 años atrás tenía siete cromosomas y hoy tiene 14, y esto se logró mediante la manipulación en laboratorio. Hay una gama de enfermedades ligadas al consumo de trigo.
Consumir nueces, semillas de girasol, maní que son variantes saludables; frutas, paltas, galletas de arroz, deben ser las opciones en nuestra alacena. La harina inflama las articulaciones y afecta el pensamiento, porque su consumo lentifica el funcionamiento mental.
