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Las mujeres tenemos una estrecha relación ancestral con la luna, reflejada entre otras cosas en la etimología de la palabra “menstruación”, con su raíz indoeuropea “me-” relacionado con “luna” y “mes” (en inglés moon y month), y también con “medir”.
Además de salir fuera y observar la luna en su viaje por el cielo, contra con un calendario lunar nos permite saber con antelación las cuatro fases de la luna y poder sintonizar conscientemente con su influencia indudable sobre nuestra vida.

Desde la antigüedad, están asociadas:
La luna creciente, con la energía de iniciar y fortalecer y con el arquetipo de la doncella.
La luna llena, como momento de máxima expansión y exteriorización y con el arquetipo de la madre.
La luna menguante, con un tiempo de mayor interiorización y de soltar y con el arquetipo de la chamana.
La luna nueva, que invita a la receptividad, con la depuración y la visión interna, y con el arquetipo de la anciana.

Las fases de la luna son las mismas en cada rincón de la tierra. La única diferencia es que cuando la luna está creciendo, en la primera etapa de su ciclo, aparece con forma de arco en el cielo del crepúsculo: en el hemisferio norte, curvada hacia la derecha, con forma de D; en el hemisferio sur, curvada hacia la izquierda, con forma de C.
La luna llena y la luna nueva coinciden en ambos hemisferios.

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