Desde la medicina convencional, alopática, occidental o también llamada “oficial”, se nos enseña en las facultades de medicina, que una persona, un ser humano, padece una enfermedad cuando presenta síntomas y/o signos atribuibles a una etiología específica y que responden a una determinada fisiopatología, la cual es específica de cada una de ellas.
En ese sentido los médicos revisamos el “cuerpo físico” del o la paciente en la búsqueda de esos signos, preguntamos por síntomas y solicitamos estudios complementarios de diagnóstico (análisis clínicos de laboratorio, radiografías, tomografías, ecografías, R.M.N.I. y otro tipo de estudios), precisamente en la búsqueda de “la etiología” que nos permita comprender la “fisiopatología” (vale decir cómo, qué y porque, se alteró la fisiología normal) y de esta manera encontrar un “tratamiento” específico el cual básicamente, pero no exclusivamente, recae en dos métodos: farmacológico y/o quirúrgico.
Y si bien esto es correcto y debemos hacerlo y no apartarnos de esta búsqueda, lo cierto es que muchas veces, probablemente las más, no podamos encontrar “esa etiología” que buscamos y no lograremos comprender como se alteró la fisiología de ese cuerpo físico, denso, pues el problema no está allí, sino que está en otro sitio.
Desde hace ya muchos años y gracias a la corriente que impulsa una mirada diferente del proceso salud-enfermedad, y como una de las consecuencias de la lenta incorporación de las medicinas complementarias y tradicionales, reunidas y haciendo un sinergia en lo que se denomina medicina integrativa, cada vez más, comenzamos a comprender el origen emocional de un gran número de “enfermedades”, situaciones o circunstancias que para las medicinas tradicionales (China, India, Tibetana, de los Pueblos Originarios entre otras) no sólo que ya eran conocidas, sino que no eran llamadas enfermedades, refiriéndose a ellas como “desarreglos”, “fricciones” o alteraciones en la alineación de los cuerpos sutiles y/o de los centros energéticos.
Principalmente desde la Teosofía, pero hay que reconocer que podríamos remontarnos mucho más atrás en el tiempo, se reconoce que el ser humano no sólo es un cuerpo físico, sino que está conformado por cuerpos más sutiles, como el etérico, el astral y el mental.
Y es precisamente en el cuerpo astral o de la emociones, ideas y deseos, en donde radica la génesis de muchas de las alteraciones que los occidentales llamamos enfermedades, pero a las que la medicina convencional no logra encontrar su cura, porque justamente, no se le encuentra una etiología y una fisiopatología desde la Clínica, ni desde todos los estudios complementarios del diagnóstico.
Si no se busca en los cuerpos sutiles y principalmente en el cuerpo emocional o astral, no podremos reconocer los cambios que energéticamente sufre ese organismo como un todo, pero que se manifiesta en el cuerpo donde la energía es más densa, condensada y que es precisamente el cuerpo físico, pero en el cual no radica el problema, sino que solamente se ven en las consecuencias que las emociones, principalmente, y los pensamientos, secundariamente, están provocando y que probablemente ningún medicamento, droga o fármaco alopático logre mejorar, pues no se estará tratando la causa del problema.
En este sentido y desde lo que llamamos “ciencia”, la psico-neuro-inmuno-endocrinología en realidad lo que ha venido a explicarnos, no es ni más ni menos, lo que desde hace miles de años, estas medicinas tradicionales ya sabían y realizaban, vale decir la comprensión de somos mente-cuerpo-espíritu (alma para algunos) y que de su correcta interrelación depende nuestro estado de salud o de pérdida del mismo.
Por lo cual, el poder al menos abrir y ampliar nuestra mirada de “la enfermedad” de un ser humano, sin dejar de lado lo convencional y alopático, sino complementándolo y sumándole la posibilidad de aprender a escuchar y a formular preguntas diferentes a las que nos enseñaron y aprendimos en la facultad de medicina es esencial. Mirar con otros ojos al consultante se hace prioritario.
Corrernos de la concepción totalmente organicista y biologicista, para pararnos en un nuevo paradigma que contemple no sólo el cuerpo físico, sino también la mente, el espíritu, los pensamientos y las emociones del ser humano que nos consulta es absolutamente necesario.
Solo así podremos encontrar caminos que nos conduzcan a la sanación y hasta la curación de seres humanos que no encuentran respuesta a sus problemas de salud desde la medicina convencional.
Hay muchas terapias complementarias que buscan y transitan estos caminos. La Medicina Manual Etérica, a través del manejo de los desarreglos energéticos de los/las consultantes es el que personalmente realizo, sin invadir el cuerpo de la persona que consulta, sin sustancias, sin elementos exógenos, sólo con el manejo de la energía a través del uso de las manos y la realización de bio-circuitos específicos, tomando en cuenta elementos de las diferentes medicinas tradicionales, por lo cual se considera una medicina de síntesis.
Como dijera Siddhartha Gautama, uno de los Budas, pero reconocido como “El Buda”: “No creas nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen; créelo después de someterlo al dictamen de la razón y a la voz de la conciencia”