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La gordofobia afecta gravemente la salud física y mental, entre otras cosas, por el estigma de tener un cuerpo diverso y por etiquetarlas como personas enfermas antes de ser evaluadas y determinar de forma integral los factores condicionantes de la salud.
Históricamente, la práctica de la Nutrición es centrada en el peso corporal. Este enfoque peso centrista no solo limita la comprensión de la salud, sino que también ha contribuido a la estigmatización de las personas con cuerpos más grandes, perpetuando la gordofobia.

El estigma del peso, referido a la percepción negativa de las personas basada en su contextura física, que da lugar a la discriminación y reproducción de estereotipos, lo experimentan los jóvenes con más frecuencia por victimización, burlas y acoso. En el ambiente escolar, el acoso por causa del peso es una de las más frecuentes formas de hostigamiento.
El estigma del peso incrementa el sentido de aislamiento y tristeza lo que puede conducir a dejar de formar parte en actividades diarias, cuadros de depresión y ansiedad, baja autoestima y mayores riesgos de padecer trastornos de la conducta alimentaria, entre otras consecuencias.

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¿Qué podemos hacer para que las infancias crezcan sin alimentar la gordofobia?
No opinar del cuerpo de otra persona, mucho menos frente a las infancias.
No opinar del cuerpo de la niña o niño porque quizás lo veas diferente.
Dejar de utilizar “gordo o gorda” como insulto.
No hacerles creer que los que tienen cuerpos grandes deben comer diferente.
Dejar de poner a dieta a niños y niñas para bajar de peso.
Dejar de utilizar expresiones como: “me siento gorda” “voy a engordar por comer eso”, “estoy que exploto de gordo”, “eso es comida de gordo”, “deja de comer, vas a reventar”
Educar en diversidad y neutralidad corporal ya que existen tantas diversidades de cuerpos como personas en el mundo.
Necesitamos interpelar el discurso social instalado que castiga, violenta y maltrata a las personas gordas, bajo el argumento de la “preocupación por su salud”.
Es necesario que, en lugar de focalizar los propósitos en adelgazar, bajar la grasa del brazo o las piernas o en disimular la panza o la papada, nos fijemos como objetivo prioritario en la hacer las paces con nuestro cuerpo.
Entender a la salud de una forma integral y no sólo en relación al peso; entender a la alimentación en un sentido amplio, como una experiencia humana que va más allá de la nutrición y que no se reduce a “no engordar”; entender que no toda gordura proviene de una mala alimentación o de malas elecciones estilo de vida: el peso es influenciado por factores biológicos, psicológicos y socioeconómicos, entre otros.

Fuente: Lic. Florencia Gauna

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