No hay una definición concreta de gordofobia, aunque claramente refiere al odio hacia los gordos.
Si contextualizamos el concepto podemos observar una serie de estructuras y dinámicas sociales de opresión y discriminación hacia las personas que no cumplen con el estándar de delgadez, porque deciden no bajar de peso o porque son personas leídas como cuerpos no delgados; a pesar de que no hay una clara definición acerca de cuándo una persona es delgada o gorda, la lectura social es bastante clara y se comprueba en las vivencias de quienes son discriminados por la forma de su cuerpo.
Así, la biografía de las personas gordas está atravesada por discursos de regularización, de comportamientos de su alimentación y patologización de su cuerpo.
“La idea de la gordura, abstrayéndonos de las personas, es un concepto que genera un discurso de odio, una fobia, donde quienes son delgados sienten la presión estética de no subir de peso como consecuencia de las falacias del discurso médico y científico hegemónico, que con un sesgo investigativo marcan a la gordura como algo malo, generando un sistema de pensamiento que hace que la persona gorda sienta constantemente que su cuerpo está enfermo”, enmarcó Beltrán Horisberger (@beltran_h) durante la entrevista realizada para PyP Charlas en @pypnewsok.
Beltrán tienen 29 años, es oriundo de la ciudad de Paraná, en Entre Ríos y actualmente está radicado en Méjico, donde se dedica al modelaje plus size, es gogo dancer y activista que interpela los espacios donde los “diferentes” no pueden ser considerados.
“Fue paulatino el proceso, cuando logré salir de closet recuperé la posibilidad de seguir jugando al rugby, con el objetivo de trabajar la homofobia en el mundo del deporte; ahí empezó mi militancia y eso me conectó con otros activistas que me ayudaron a darme cuenta de la importancia y transcendencia de los discursos de transformación social”.
Simultáneamente, Beltrán comenzó a colaborar con marcas que apuntan al público LGBT, y jugando a ser modelo encontró una pasión que lo impulsó a perfeccionar sus destrezas, siendo además un espacio propicio para visibilizar la gordofobia en la industria de la moda y así abrir el debate.
“Nunca pensé que podría ser modelo, porque no era el estándar de lo que siempre había visto, hoy parte de mi trabajo es romper con esos estereotipos”, afirmó.
En los años ´60 el activismo gordo comenzó a cuestionar la idea que asocia al flaco con una persona sana y al gordo como alguien enfermo.
Hay cuerpos delgados y gordos que están enfermos y sanos, y lo que se intenta plantear en la lucha contra la gordofobia es la posibilidad de pensar una salud que no esté centrada en el peso, sino en otros indicadores como el sedentarismo o el volumen graso en sangre.
“Hay personas delgadas que viven sentadas y tiene alto el nivel de colesterol y problemas cardiorespiratorios”, ejemplificó Beltrán.
“El problema con la obesidad es que es una categoría dentro del índice de masa corporal (IMC) y se enseña como una categoría de salud independiente, pero siempre necesitamos ponerla en contexto”, esgrimió el entrevistado.
Obesidad y sobrepeso es una categoría del IMC que fue pensado por el sociólogo belga Lambert Adolphe Jacques Quetelet, en 1800, que se saca con una operación matemática de dos factores: peso y altura.
“Nada en nuestra salud se resuelve con una ecuación matemática para decir si estás enfermo o sano. Se hacen análisis, hay diagnósticos por imágenes, bioquímica, para analizar la composición de nuestros fluidos y sin embargo el IMC, que no fue pensado para la industria de salud, es utilizado para simplificar una categorización de cuerpos; pero quien lo inventó lo hizo para saber qué capacidad tenía una población para generar soldados o trabajadores industriales. Está pensado en cuerpos europeos masculinos, del año 1800, y plantea una gran problemática que se utiliza como índice de salud”, cuestionó el activista contra la gordofobia.
“Si estudiamos la historia del IMC nos damos cuenta que la industria de la dieta salió muy beneficiada por categorizar estos cuerpos como patológicos. Si te digo que estás enfermo, vas a tratar de resolver esa patología y hacerlo probablemente te cueste dinero y puedan venderte ese producto que nunca te va a solucionar el problema; simultáneamente patologizan a la persona y, como pasa en los Estados Unidos, te cobran más caro el seguro de salud o de vida por el hecho de pertenecer a la categoría que marca el IMC”, esgrimió.
Lo que plantea el activismo gordo es que se deje de usar la categoría de obesidad como una condición de salud, porque no es una enfermedad en sí misma, sino un nomenclador.
“Pretendemos que se empiece a pensar en la salud como algo más integral y no sólo en base al peso y la altura, y que se contemple la salud mental de las personas que son categorizadas”, insistió haciendo hincapié en que la categorización de las personas gordas como obesas y como enfermas trae como consecuencia una larga genealogía de discriminación decantando en problemas en su salud mental “que están documentados y demostrados, como que el 98% de las dietas fallan, que no es bueno que una persona viva a dieta o subiendo y bajando de peso, y que las personas que tenemos cuerpos gordos luchemos constantemente contra esa imagen corporal también genera problemas en nuestra salud mental y física como consecuencia de la primera, por el estrés de enfrentarse a una imagen que no debería ser”.
Salud pesocentrista
Para el activismo gordo es crucial replantear el lugar que el peso ocupa en la salud. Y en este desafío apuestan a desarmar la construcción mítica sobre las personas gordas u obesas, porque la patologización los expulsa del sistema de salud.
Cuando la salud no está centrada en el peso y se ponen otro tipo de objetivos, como regularizar la actividad física y ver cómo se pueden ir bajando algunos indicaron altos, la persona permanece dentro del sistema de salud.
“Las personas gordas tendemos a dejar de ir al médico, porque sentimos que el problema siempre es nuestro peso; cuando era deportista me cansé de ir a profesionales de la salud que patologizaban mi cuerpo a pesar de que los indicadores como la oxigenación en una ergometría de esfuerzo daba bien, pero había una constante preocupación donde el único objetivo era que bajara de peso, y nunca fui tan infeliz como cuando tuve que concentrarme en ser flaco, porque iba contra la corriente de mi cuerpo”, rememoró Beltrán.
La gordura es un tamaño, es la forma de un cuerpo; pero vivimos en un sistema que discrimina a quienes tienen esa diferencia corporal y enmascara la exclusión tipificándola como una enfermedad.
“No encontrás ropa, no entrás en prácticamente ninguna silla, desde una sala de espera a un aeropuerto, viajás incómodo en ómnibus y aviones; durante toda tu vida te dicen que estás enfermo, vas al médico por un dolor en el codo y te dice que es consecuencia de tu gordura, te duele el ojo y es porque son gordo. En el mercado de los afectos valés menos, porque una persona gorda no es atractiva por el constructo social y los estándares de belleza”, detalló Beltrán al momento de enumerar el cúmulo de discriminaciones que construyen la biografía de una persona que no encaja en los estándares físicos y de belleza establecidos.
“Nunca vi en la autopista la gigantografía de una publicidad con un modelo XL; cuando eso suceda y algún niño o cualquier persona pueda ver esa imagen podrán tener un espacio de representación y ver su cuerpo en el espejo como un cuerpo que existe y no como un bicho raro, y así entenderán que pueden desarrollarse haciendo un montón de cosas”.
Lucha colectiva
Desde el activismo LGBT proponen, desde hace tiempo, hacer una apropiación de las injurias. Esto implica que cada persona capitalice el potencial político de su autopercepción y denominación; porque cuando se apropian de la normalización que hay detrás de algunas definiciones o palabras les dejan de hacer daño.
Y así lo hizo Beltrán, quien se tatuó en la espala la inscripción Gordo Puto, como una burla a aquellas personas que desearían decírselo para poder herirlo.
“Lo más interesante del activismo es el potencial de lo colectivo, que nos hace sentir que no estamos solos y que juntos poder aunar fuerzas para ciertas luchas, sintiendo que la transformación social es posible porque hay personas que generan espacios que les fueron negados durante años y así otros encuentran un lugar de representación”, enfatizó.
“Me empodera ponerme en lugares donde otros podrían sentir vergüenza”, concluyó el activista argentino.
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