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La autoestima se puede definir como el amor que tenemos hacia nosotros mismos. Este amor está condicionado por la autovaloración, que se forma de pensamientos, percepciones y sentimientos. Este conjunto de elementos influye en nuestras conductas y en la manera de relacionarnos con los demás. Aunque frecuentemente se habla de una alta, o una baja autoestima, en psicología se refieren a una autoestima sana o de una autoestima que necesita ser sanada.

La autoestima no es estable ni fija, puede cambiar a lo largo del ciclo vital y las circunstancias. Está muy condicionada por la educación recibida en tres ámbitos principales: la familia, la escuela y el entorno. Los mensajes de valor que nos comunican en estos ámbitos, influyen en el desarrollo del valor propio y del diálogo hacia nosotros mismos.

Las experiencias vividas como un fracaso o como negativas y experimentar miedo de forma constante, pueden ejercer una influencia negativa sobre la autoestima, dando como resultado, una autoestima herida.

En cambio, las experiencias vividas como éxitos, el establecimiento de relaciones sanas y el sentimiento de sentirnos amados y amar, pueden favorecer al desarrollo de una autoestima sana.

El psicólogo Walter Riso es quien hace referencia a los cuatro pilares de la autoestima. Para visualizarlos, podemos imaginar la autoestima como la tabla de una mesa y las cuatro patas que la sujetan, serían estos cuatro pilares, los cuales se pueden enseñar y desarrollar.

1. Autoconcepto

Hace referencia a la aceptación hacia uno mismo. Es decir, si nos aceptamos o no como persona y, por ende, si nos tratamos bien o nos dañamos a nosotros mismos. Resulta importante destacar que este pilar se forma desde la infancia, sobre todo, a partir de aquello que nos dicen los adultos de referencia.

Para desarrollar el autoconcepto, es fundamental fomentar al autoconocimiento. Es decir, saber cómo somos, cómo nos desenvolvemos en diferentes áreas, cuáles son nuestros puntos fuertes y débiles. Para conocernos puede ser muy beneficioso fomentar la escucha interior y la autoobservación. Es decir, presentar atención a como reaccionamos ante diferentes situaciones, al juicio que hacemos sobre nuestros actos y pensamientos y también atender a aquello que nos duele, nos irrita o nos alegra, ya que habla de aquello que nos conmueve y por tanto, que forma parte de nuestra identidad.

 

2. Autoimagen

Pilar que se define como el grado en que nos gustamos a nosotros mismos. Para entender este concepto, podemos resumirlo con la frase: “La belleza es una actitud”. Si profundizamos en esta afirmación, podemos deducir que, si nos sentimos bien con nosotros mismos, nos sentimos agradables, atractivos, esto es lo que vamos a transmitir a las otras personas. Pero puede ser que esto no sea así, será relevante entender el motivo de por qué uno no se gusta a sí mismo, para poder empezar a cambiarlo. Algunos motivos pueden ser los cánones impuestos desde afuera, a nivel social y cultural; o bien, porque dentro de la familia, la belleza es considerada un valor y al sentir que no lo tenemos, podemos sentirnos excluidos.

Este pilar se ve muy afectado por la comparación. De tal manera que intentar evitar comparar puede ser un aspecto clave para desarrollar una autoimagen centrada en uno mismo. Es importante comprender que fomentar la autoimagen pasa por exaltar lo que a uno le gusta de sí mismo y entender que es uno mismo quien se valida y se da valor, comprendiendo que no es necesaria la validación externa (de otros) para tener una valía como persona.

3. Autorreforzamiento

Concepto que podemos entender como la capacidad para darnos refuerzo a nosotros mismos, ya sea en forma de autoelogios y/o de premios materiales.

Para fomentar el autorreforzamiento podemos recurrir al autoelogio. Este es la felicitación hacia nosotros mismos. Algunos ejemplos pueden ser: “lo hice bien”, “estoy contento por mí”, “me gusto”, “me siento orgulloso”.

Estas frases actúan como reforzadores positivos, activan la segregación de diferentes sustancias neuroquímicas que tienen como resultado un efecto placentero. Este efecto se produce a nivel cerebral como a nivel general en el organismo. Como consecuencia a este efecto, aumenta la probabilidad de que en un futuro realicemos la conducta que nos ha permitido obtener este efecto placentero. Al principio decirnos estas frases puede resultar extraño, pero a medida que vayamos practicando podremos desarrollarlo este hábito. Este nos permitirá que cada vez, de forma más automática, nuestra atención se vaya hacia aquello que nos hace sentir bien con nosotros mismos. Siendo el autoelogio y el autopremio, un hábito en nuestras vidas.

 

4.Autoeficacia

El último pilar, se define como la confianza que tenemos en nosotros mismos. Es decir, si creemos en nosotros como persona que tiene las habilidades y competencias necesarias para poder hacer frente a diferentes situaciones y persistir, entendiendo y asumiendo que todas las personas tenemos limitaciones, que es importante respetar. Para poder respetarlas, debemos aceptarlas y, sobre todo, aceptar la idea que ser humanos implica ser vencibles y tener límites que nos hacen únicos. Este elemento implica la aceptación de la humanidad, así como la lucha por aquello que se desea, comprendiendo que el éxito no es ganar, sino intentar conseguir aquello que deseamos hasta el final, aprendiendo de las caídas y los obstáculos. Para fomentar este pilar, puede ser valioso practicar la autocompasión. Esta se basa en tratarnos a nosotros mismos como trataríamos a un ser querido que se encontrara en la misma situación. Intentar fomentar un diálogo de amor y cariño y alejar a la parte crítica y juiciosa, comprendiendo que el amor y el respeto empieza por el trato que nos damos cada uno a nosotros mismos.

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