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Los estereotipos de género son aquellas ideas o creencias muy arraigadas en una sociedad relacionadas con cómo deben comportarse hombres y mujeres y los roles que deben desempeñar en la sociedad (en el trabajo, la familia y el espacio público), y de cómo deben relacionarse entre sí.

Estos modelos o patrones de conducta que definen cómo deben ser, actuar, pensar y sentir las mujeres y los hombres representan un conjunto de atributos o características que se les asignan de acuerdo al sexo biológico al nacer.

Estas ideas preconcebidas arbitrariamente que atribuye características específicas a los miembros de una comunidad son compartidas y aceptadas sin cuestionamientos, por lo que forman parte del imaginario de una determinada comunidad.

Los estereotipos basados en las relaciones de género contribuyen en la construcción simbólica de roles y atributos de las personas a partir del sexo asignado al nacer estableciendo así una jerarquía entre ellos.

Los estereotipos de género definen el rol de una persona en función de su sexo y, con ello, están estableciendo las metas y expectativas sociales tanto del hombre como de la mujer. De este modo se marca una evolución y desarrollo diferentes desde la infancia que dan lugar a situaciones de desigualdad y de discriminación.

Los estereotipos de género adquieren fuerza en función de la cantidad de personas que los comparten, convirtiéndose en ideas difícilmente refutables, y que sólo pueden ser deconstruidas con herramientas como la educación.

Cada cultura elabora sus propios estereotipos de género. Estos se incorporan a través del aprendizaje en la socialización. Se inculcan y reproducen de manera inconsciente desde el nacimiento. Estas ideas determinan la vida de niños y niñas en función de su sexo.

 

El entorno familiar es el primer núcleo donde se aprenden los roles de género. Las niñas y los niños aprenden en el hogar a través de lo que les enseñan sus familiares sobre cómo deben comportarse. En muchas ocasiones, las niñas y los niños son incluso valorados, premiados o castigados si demuestran ciertos comportamientos, intereses o expresión de emociones, de acuerdo a lo que se espera de ellos.

La familia sigue transmitiendo estos estereotipos por tradición y son aún considerados, por la mayoría, como naturales y obvios.

La sociedad establece lo que se espera de nosotros como mujeres u hombres. Esto se hace notar de diversas maneras, desde las distinciones de la ropa, hasta las expresiones que escuchamos en el transcurso de nuestras vidas. Tradicionalmente, los hombres y las mujeres aceptan estos estereotipos de género como una forma de encajar en la comunidad en la que vive.

Los medios de comunicación juegan un papel muy importante en la creación de la imagen femenina y masculina estereotipada, muestran modelos y comportamientos a imitar que son una vía eficaz para preservar la idea de desigualdad entre hombres y mujeres.

 

Los mensajes que emiten a diario los medios de comunicación, simplifican la realidad y encasillan a las personas.

 

Los estereotipos de género tienen como una de sus funciones la construcción de explicaciones a hechos sociales, por ejemplo: que existan pocas mujeres en cargos de poder, ya que están más capacitadas para desempeñarse en las labores del hogar y en el cuidado de los hijos; explicaciones que justifican el orden social y las desigualdades de género.

Los estereotipos son compartidos por muchas personas, generalmente no son conscientes y atribuyen rasgos, actitudes o comportamientos claramente diferentes para cada género.

 

Estereotipos más comunes asignados a cada uno de los géneros:

 – Socialmente a los hombres se los vincula con cualidades como la valentía, el carácter dominante, la racionalidad, la fortaleza o la eficacia, dominio, agresión y realización. Son independientes, muestran gran estabilidad emocional, son rudos, competitivos, experimentados, activos, seguros de sí mismos, tienen un carácter duro.  Dinamismo, aptitudes intelectuales y deportivas; eficacia y tendencia al riesgo y a la aventura. Aptitud para las ciencias.

 – La figura femenina es sinónimo de fragilidad, falta de control de sí misma, pasividad o frivolidad. Son madres y amas de casa. Son emocionales y dependientes; inestables y sumisas. Pasivas, sensibles, tranquilas, débiles, insinuantes, suaves, tiernas, sexualmente sumisas y complacientes. Se relaciona a las mujeres con el cuidado, la dependencia y la afiliación. Sobre la base del estereotipo de que las mujeres son más protectoras, las responsabilidades del cuidado de los hijos suelen recaer sobre ellas de manera casi exclusiva.

Los estereotipos femeninos establecen la falsa creencia de que las mujeres hacen mejor trabajos minuciosos y rutinarios con las manos, que una mujer no tiene la misma autoridad para dirigir a un equipo de trabajo, que los hombres están más capacitados para llevar la dirección porque son más racionales, que las mujeres temen ocupar espacios de poder, que la maternidad impide a las mujeres centrarse en su trabajo, y así se van construyendo estos acuerdos de tipo social que se van naturalizando.

 

El más común y extendido de los estereotipos es el que considera que “el hombre debe ser el proveedor y la mujer debe ser la encargada del cuidado de los hijos y del hogar” o que “las mujeres deben ser madres”.

Este tipo de ideas se repiten con tanta frecuencia y determinación, que al final acaban por ser aceptadas de forma “natural” por los miembros de una sociedad limitando, de paso, muchas otras opciones de desarrollo personal por fuera de dichos estereotipos.

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