El ataque de pánico está dentro del largo listado que enumera a los trastornos de ansiedad.
El ataque de pánico es un episodio repentino de miedo intenso que provoca reacciones físicas significativas, pero se da cuando no existe un peligro real e inminente.
“La causalidad no es lineal, por eso hay que tener en cuenta que el ataque de pánico lo que produce es una pérdida de control, es la sensación de no poder controlar lo que me sucede y eso empieza a desencadenar otro tipo de síntomas”, precisó a pypnews la psicóloga Anabella Martínez (@anabella_martinez_psicologa).
El ataque de pánico tiene una característica muy importante que es la sensación de muerte y de que nadie puede ayudarnos, porque no tenemos el control de la situación, por eso es tan intenso.
Esta sensación de muerte produce un segundo aspecto que es muy característico del ataque de pánico y es que cuando merman los síntomas aparece el miedo de que vuelva a repetirse esa situación. “Es ahí donde la persona empieza a evitar las situaciones estresantes, entonces evita salir a la calle o tener una discusión y así comienza a evitar una cantidad de factores que a veces no son tan estresantes, pero que desde la perspectiva del otro parecen estresantes y comienza a disminuir todo lo que puede llegar a ocasionar esto”, subrayó la profesional de la salud mental.
Es importante señalar que el ataque de pánico se produce por un cúmulo de situaciones y no por algo puntual que pudo haber desarrollado el síntoma unos minutos antes.
“Frente a numerosas situaciones que no canalizamos de manera correcta, porque reprimimos, tapamos o minimizamos, puede pasar algo insignificante en el día, que ni siquiera se relacione con eso que venimos negando o reprimiendo, y se puede desatar el ataque de pánico”, graficó.
En tanto, el ataque de pánico puede darse por uno o dos síntomas, pero también por un cúmulo de síntomas que confluyen al momento del ataque.
Asimismo, en un primer ataque se pueden dar una serie de síntomas que difieren de un segundo episodio similar.
También se diferencia de persona a persona. “No hay algo establecido que diga a que a una persona le va a pasar lo mismo que a la otra, en función de los síntomas”.
Los trastornos de ansiedad no son lo mismo que los ataques de pánico.
Los trastornos de ansiedad son una dificultad mucho más grave que cumple con varios criterios, y uno de los más importantes es la duración: si lo mantenemos por muchos meses, frente a situaciones diferentes, estamos reaccionando con crisis de ansiedad, con miedo, taquicardia, sudor, hormigueo en el cuerpo, palpitaciones, dificultades para respirar, trastornos en el sueño, dificultades para alimentarnos, entre otros síntomas.
Este trastorno tiene una característica más amplia y lo que lo diferencia es que tiene más duración y más frecuencia.
El ataque de pánico, en cambio, se puede dar una o dos veces en la vida o ya tener este tipo de respuestas frente a otras situaciones estresantes.
“Hay veces que el ataque de pánico se produce durante una situación traumática, o puede surgir horas o días después de eso. Es una situación que conmueve y moviliza, con cambios que para la persona son significativos: un nuevo trabajo, una separación, el nacimiento o la pérdida de un hijo o de un familiar”, ejemplificó Anabella Martínez.
¿Cómo actuar ante un ataque de pánico?
La sugerencia es consultan siempre a un profesional de la salud. Como, generalmente, los primeros síntomas son en relación de la respiración y de lo cardíaco, muchas personas suponen que se trata de una dificultad física. “Es un primer paso importante, y una vez descartada alguna patología, llega la derivación a una consulta psicológica”, apuntó la entrevistada.
En este sentido, enfatizó que en la sesión de terapia se ofrecen técnicas para que la persona cuente con un recurso y sepa que las tiene para vencer la situación o disminuir los efectos.
“Eso es lo primero que se le ofrece para que pueda controlarse, son ejercicios simples para contrarrestar los efectos. Luego, con el correr de los días, vamos profundizando los motivos que generaron esa crisis”, amplió.
Un ataque de pánico puede de dos a 25 minutos. Luego de ello, el cuerpo queda muy sensible, exhausto, entumecido, contracturado y se prolongan las sensaciones; emocionalmente, la persona queda muy perturbada y es le resulta difícil reponerse de esa crisis.
“Frente a este tipo de episodio es recomendable acostarse y esperar a reponerse, sea el lugar donde suceda”, advirtió la psicóloga.
¿Pueden tener ataques de pánico los niños?
“Sí y más aún en este ámbito de pandemia se han desatado muchas situaciones donde niños han tenido ataques”, aseguró la profesional.
“Son muchos los factores que afectaron a los niños: cambio en su rutina donde no se pudieron sostener las mismas relaciones y debieron adaptarse a la rutina de sus padres; los ataques de pánico o los trastornos de ansiedad vienen por estos cambios que son repentinos”.
En estos casos se utilizan las mismas técnicas, pero en función de lo lúdico, y es más practica la recuperación si los comparamos con los adultos, que suelen presentar más resistencias.
El ataque de pánico es una señal de que hemos descuidado alertas conductuales y emocionales y hay que abordarlas.
“Desde la terapia cognitivo conductual el tratamiento no es largo. Sucede que una vez que abordamos el ataque de pánico, incorporamos las técnicas para controlarlos, hacemos el registro y tránsito de las emociones para que no vuelva a suceder, después de todo esto empiezan a salir detonantes que también deben ser abordados”, explicó con la relación a los alcances del tratamiento psicológico en niños y en adultos.
¿Puede haber causas genéticas que desencadenen los ataques de pánico?
“Si pueden haber, no es lineal, pero tiene que ver con que hay una predisposición y por eso hay que indagar si hay familiares que los han tenido o personas cercanas, porque no siempre es una cuestión genética, sino que hay un aspecto imitativo de la conducta de los otros que se aprende. Aprendemos a ver cómo la otra persona maneja una situación estresante y podemos hacerlo un hábito propio”, argumentó.
“Es fundamental registrar lo que nos pasa, reconocer todo lo que compone nuestra vida cotidiana. Es un proceso que se practica y hay que profundizar porque nos otorga seguridad, nos empodera y así podemos canalizar las emociones de otra manera y quitarle intensidad, peso y afectación”, concluyó.