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Los fermentos son la transformación que podemos hacer sobre determinados alimentos.

Siempre que se fermenta se mejora drásticamente la calidad y la absorción de los nutrientes que tiene un alimento. Por ejemplo: un cereal o una harina, si pretendemos hacer pan, con un cultivo de bacterias y levaduras salvajes la calidad de ese pan va a ser superior a la de un pan hecho con harina y levadura en donde no hay una fermentación natural y, por ende, no se produce una pre digestión, no se desintegra y eso es lo que afecta nuestra salud.

Como con el vino, el agua de kéfir, el queso y sus sabores son algunos ejemplos de fermentación. Es un arte gourmet y una cultura ancestral que se encuentra en continuo movimiento, en permanente transformación y nos habilita a tener estas experiencias en el hogar y a poder reconectarnos con esos procesos biológicos que suceden dentro y fuera nuestro.

Es el desarrollo de vida, putrefacción, muerte y transformación en vida nueva.

“Por eso decimos que mejoramos la calidad de un alimento y nuestro cuerpo lo puede metabolizar correctamente sin robarnos ningún tipo de nutrientes y sin afectar el medio ambiente”, comenzó explicando a pypnews Eric Heizenreder, quien junto a Aranzazú Galván son impulsores de Fervere (@fervere.parana).

“Somos como microorganismos eficientes, y si empezamos a pensar desde esa concepción la gran mayoría de las cosas que ingerimos deberían estar asociadas a esa flora bacteriana intestinal para lo cual debemos fermentar algunos alimentos para mejorar significativamente su calidad; porque nos ayudan a alimentarnos correctamente y hay culturas que entendieron, hace muchos años, que haciendo las cosas de esta forma se sentían mejor”, subrayó.

Estamos ante procesos vitales transformadores y que podemos aplicarlos en nuestro hogar, interviniendo de una manera más amorosa y alcanzando amplios beneficios.

Reconectar con la observación de los procesos nos desarrolla la paciencia y la perseverancia; nos posibilita dejar de lado la frustración e intentarlo una y otra vez.

“Creo que es esencial volver a experiencias que nos aportan beneficios. Para mí ese maravilloso proceso donde transformamos y nos permitimos ser transformados por el alimento es donde hay amor incondicional, la vida fluye y se preserva”, resumió por su parte Aranzazú Galván.

 

Los fermentos son procesos vitales transformadores, donde los protagonistas y responsables de transformar el alimento habitan en nuestra microflora, que es un universo de bacterias, hongos, levaduras y moho, que habitan en el aire.

“La fermentación es una cultura milenaria en continuo movimiento, y se ha disfrutado de todos sus beneficios a lo largo de todo este tiempo sobre la tierra. No sólo nos permite preservar el alimento, sino enaltece el alimento, permitiéndole a nuestro organismo tomar lo que tiene el alimento para brindarnos y nutrirnos”, agregó por su parte Aranzazú Galván.

Todo este proceso también tiene un aporte terapéutico.

Dependiendo de lo que estamos necesitando, podemos utilizar diferentes fermentos para mejorar nuestro estado de salud, repoblando nuestra microbiota (conjunto de microorganismos integrada por bacterias, virus y hongos), y haciendo que el alimento repoble la microbiota y de esta manera podamos experimentar cambios que nos permiten sentirnos, pensar y actuar mejor.

Cada fermento tiene su proceso, tiene su materia prima principal. Para poder pre digerir el gluten del grano de trigo intervienen las levaduras y hacen ese proceso de pre digestión.

“Luego de ello podemos tener una experiencia multisensorial en el alimento, porque el proceso de fermentación enaltece el alimento y podemos disfrutar aromas, sabores y texturas que nos generan una experiencia maravillosa. Al consumir ese alimento vivimos una experiencia con nuestros sentidos, activándolos, despertándolos o agudizándolos”, enfatizó la entrevistada.

 

¡A fermentar!

Hay muchos tipos de fermentos y cada uno dependerá de lo que se quiera consumir. En estos procesos, la sal y el azúcar son utilizados por los microorganismos para transformar el alimento.

“No todos se hacen de la misma manera, pero la idea general es que son todos microorganismos que han vivido antes que nosotros, viven actualmente y van a seguir estando; tenemos que comprender esta idea en la que nos encontramos inmersos, viviendo, experimentando, probando y compartiendo”, precisó Eric.

Siguiendo con los ejemplos, si trabajamos con nódulos de kéfir (que es una cultura simbiótica de microorganismos que vitaliza el agua), hay que saber que se alimenta de azúcares, entonces en un frasco con agua le damos de comer azúcar y alguna pasa de uva o dátil. Como lleva dos fermentaciones, al cabo de unos días fermentamos esa agua y, dependiendo de la temperatura ambiente, la segunda fermentación se embotella y se le agrega alguna fruta a elección para que tenga un sabor en particular en lo que ya será un agua gasifica y probiótica. Aquí, el microorganismo se alimentó del azúcar, pero no se convierte en una bebida azucarada sino en un refresco saludable. El azúcar se transforma y logramos una bebida gasifica.

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Si trabajamos con cereales, el proceso es a través de la fermentación natural con masa madre, que es harina, agua, microorganismos y tiempo.

Si hacemos kombucha, que es otra bebida probiótica, necesitamos un scoby, que es una cultura simbiótica de bacterias y levaduras.

Se pueden fermentar todo tipo de verduras, lo ideal es desarrollar el proceso con las que tengan una consistencia similar.

 

Un cambio de vida

Mariú Paizal es una paranaense que desde hace 18 años vive en México. Allí trabaja como maquilladora en cine y publicidad. Con la llegada de la pandemia, el trabajo quedó suspendido y la situación la impulsó a reinventarse y puso en marcha su emprendimiento con alimentos fermentados al que bautizó Fermentos La Cueva (@fermentoslacueva).

“La fermentación de los alimentos la inicié hace varios años para uso personal, pero a partir de la pandemia empecé a investigar más sobre el tema. Comencé con el emprendimiento en marzo, ya que las filmaciones y películas, cine, serie, publicidad se frenaron por completo”, comenzó contando.

“Hace ya tiempo que me empeño en buscar alternativas naturales para fortalecer mi cuerpo y mi sistema inmunológico a través de la alimentación y empecé a ver que los fermentados son una muy buena opción. Mi inquietud comenzó porque siempre tenía el estómago inflamado, por lo que decidí, hace cinco años, dejar de consumir harinas de trigo y quesos, fue difícil, pero descubrí que hay un mundo paralelo con otro tipo de harinas con las que podemos alimentarnos y que no hacen daño al estómago. Cuando dejé las harinas noté un cambio radical en mi cuerpo, con mi estómago desinflamado. Así, fui quitando de mi dieta algunos alimentos que me hacían daño y afiancé la fermentación”, amplió Mariú.

De esta manera, comprobó cómo los microorganismos de los fermentos van limpiando el intestino, barriendo los restos que se acumulan durante años, sin poder ser evacuados.

“Los fermentos se van comiendo la basura del intestino, que cuando está limpio y funciona bien, mejora el sistema inmunológico, porque se limpia la sangre. Un intestino limpio es igual a una salud mejorada, porque hace que todo lo demás funcione bien. Si cambias la alimentación, no necesitas medicamentos”, sentención Mariú Paizal.

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