Howard Gardner aseguraba que la inteligencia no es un conjunto unitario que agrupa diferentes capacidades específicas, sino que funciona como una red de conjuntos autónomos, interrelacionados entre sí.
Para este psicólogo, la inteligencia es un potencial bio-psicológico de procesamiento de información que se puede activar en uno o más marcos culturales para resolver problemas o crear productos que tienen valor para dichos marcos.
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Así, agrupó en nueve grupos diferentes los tipos de inteligencia emocional:
La inteligencia naturalista: designa la capacidad humana para discriminar entre los seres vivos (plantas, animales), así como la sensibilidad a otras características del mundo natural (nubes, configuraciones de roca). Esta capacidad fue fundamental en nuestro pasado evolutivo como cazadores, recolectores y agricultores.
Los naturalistas suelen ser hábiles para observar, identificar y clasificar a los miembros de un grupo o especie, e incluso, para descubrir nuevas especies. Su campo de observación más afín es el mundo natural, donde pueden reconocer flora, fauna y utilizar productivamente sus habilidades en actividades de caza, ciencias biológicas y conservación de la naturaleza, pero puede ser aplicada también en cualquier ámbito del saber y la cultura.
La inteligencia musical: nos permite reconocer, crear, reproducir, y reflexionar sobre la música, como lo demuestran los compositores, directores de orquesta, músicos, cantantes, y oyentes sensibles. Curiosamente, a menudo hay una conexión afectiva entre la música y las emociones; inteligencias matemáticas y musicales pueden compartir procesos de pensamiento comunes.
Los datos procedentes de diversas culturas hablan de la universalidad de la noción musical. Incluso, los estudios sobre el desarrollo infantil sugieren que existe habilidad natural y una percepción auditiva (oído y cerebro) innata en la primera infancia hasta que existe la habilidad de interactuar con instrumentos y aprender sus sonidos, su naturaleza y sus capacidades.
Inteligencia lógico-matemática: es la capacidad de calcular, cuantificar y de llevar a cabo operaciones matemáticas completas. Nos permite percibir las relaciones y conexiones y utilizar el pensamiento abstracto y simbólico. Habilidades de razonamiento secuencial y los patrones de pensamiento inductivo y deductivo. Los adultos jóvenes con mucha inteligencia lógica están interesados en patrones, categorías y relaciones. Ellos se sienten atraídos por la aritmética, problemas, juegos de estrategia y experimentos.
Los seres humanos dotados de esta forma de inteligencia, el proceso de resolución de problemas abstractos a menudo es extraordinariamente rápido: el matemático y científico en general competente maneja simultáneamente muchas variables y crea numerosas hipótesis que son evaluadas sucesivamente y, posteriormente, son aceptadas o rechazadas.
Inteligencia existencial: la sensibilidad y la capacidad para hacer frente a profundas interrogantes de la existencia humana, como el sentido de la vida, por qué morimos, y cómo hemos llegado hasta aquí.
Inteligencia interpersonal: se constituye a partir de la capacidad nuclear para sentir distinciones entre los demás, en particular, contrastes en sus estados de ánimo, temperamento, motivaciones e intenciones. Esta inteligencia le permite a un adulto hábil, leer las intenciones y los deseos de los demás, aunque se los hayan ocultado.
Esta capacidad se da de forma muy sofisticada en los líderes religiosos, políticos, terapeutas y maestros. Esta forma de inteligencia no depende necesariamente del lenguaje.
La inteligencia kinestésica: está vinculada con la capacidad para controlar nuestro cuerpo en actividades físicas coordinadas como las prácticas deportivas, el baile y las habilidades manuales, entre otras. A través de la inteligencia kinestésica corporal adquirimos información que, por efecto del movimiento y la vivencia, se convierte en aprendizaje significativo.
La evolución de los movimientos corporales especializados es de importancia obvia para la especie; en los humanos esta adaptación se extiende al uso de herramientas. El movimiento del cuerpo sigue un desarrollo claramente definido en los niños y no hay duda de su universalidad cultural.
La consideración del conocimiento cinético corporal como “apto para la solución de problemas” puede ser menos intuitiva; sin embargo, utilizar el cuerpo para expresar emociones (danza), competir (deportes) o crear (artes plásticas), constituyen evidencias de la dimensión cognitiva del uso corporal.
La inteligencia lingüística: es la capacidad de pensar en las palabras y de utilizar el lenguaje para expresar y apreciar significados complejos.
La inteligencia lingüística nos permite entender el orden y el significado de las palabras y de aplicar la lingüística para reflexionar sobre nuestro uso del lenguaje. La inteligencia lingüística es la competencia humana más compartida y es evidente en los poetas, novelistas, periodistas y oradores públicos eficaces.
La Inteligencia intrapersonal: es la capacidad de comprenderse a sí mismo y los pensamientos y sentimientos y utilizar dicho conocimiento en la planificación y direccionamiento de la propia vida.
La inteligencia intrapersonal implica no sólo una apreciación de uno mismo, sino también de la condición humana. Es evidente en los psicólogo, líderes espirituales y filósofos. Suelen ser personas con alta sensibilidad.
Inteligencia espacial: es la capacidad de pensar en tres dimensiones y de mantener un razonamiento espacial, gráfico y artístico. La resolución de problemas espaciales se aplica a la navegación y al uso de mapas como sistema notacional.
Otro tipo de solución a los problemas espaciales, aparece en la visualización de un objeto visto desde un ángulo diferente y en el juego del ajedrez. También se emplea este tipo de inteligencia en las artes visuales.
Fuente: culturainquieta.com