El consumo de pornografía es histórico y a lo largo del tiempo se fue adaptando a la evolución de los medios de expresión. En la actualidad, las imágenes, videos y audios están al alcance de la mano, a un solo clic de millones de personas.
Desde la aparición de Internet, el consumo pornográfico se ha disparado hasta niveles asombrosos, con sitios que hay logrado más de 34 mil millones de visitas en un año. Estos registros muestran un crecimiento aún mayor durante el aislamiento establecido en el marco de la pandemia.
El fenómeno social está siendo analizado por la ciencia desde hace mucho tiempo, tratando de determinar las consecuencias neurológicas del consumo de pornografía, que ya tiene demostraciones del daño que provoca a la salud mental y a la actividad sexual de hombre y mujeres, afectados, esencialmente, en su autoestima.
Se entiende por pornografía el consumo de videos, páginas web y cualquier material que pueda generar erotismo o excitación en una persona. Es por ello que la gran mayoría de personas no dimensiona el consumo pornográfico que realiza; mientras que muchas otras hacen un uso consciente de estos estímulos sin poder distinguir si están ante un problema o un uso “recreativo”.
“Es muy frecuente el consumo de algún tipo de producto pornográfico en gran parte de la población”, confirmo José Aba, médico especialista en ginecoestética, en diálogo con PyP Radio (todos los miércoles a las 17 por www.mxradio.com).
Sabido es que los hombres son visuales y las mujeres más auditivas y predispuestas al tacto y el olfato, pero no necesariamente el porno se manifiesta en imágenes: mandar un audio para generar excitación es una nueva clasificación de material pornográfico, promovido por hombres y mujeres con la misma frecuencia e intensidad.
“Las estadísticas muestran que las mujeres heterosexuales prefieren el material pornográfico lésbico y esto se debe a que el porno convencional está más orientado al hombre, lo que hace que las mujeres busquen otro contenido”, precisó Aba.
¿Qué pasa en el cerebro cuando consumimos material pornográfico?
“A nivel químico, en el cerebro sucede lo mismo que con cualquier otra droga”, aseguró el especialista.
Cuando mantenemos relaciones sexuales el cuerpo pasa por todos los períodos y liberaciones hormonales (dopamina, adrenalina, oxitocina, serotonina) en nivel controlados y orgánicos, pero al estar recibiendo el estímulo directo, a través de la imagen, se genera en el cerebro una gran descarga de dopamina (es la responsable del placer y de la motivación) que genera placer.
“Cuando el cerebro comienza a bajar esos niveles de dopamina, automáticamente envía el estímulo para volver a generarla y se dispara la necesidad de ver pornografía; lo mismo que provoca cualquier sustancia química como el cigarrillo, la marihuana o la cocaína”, precisó José Aba.
Esa gran descarga de dopamina hace que se vaya perdiendo materia gris en el cerebro y se va sensibilizando cada vez más y necesitan más y más horas de visualizaciones o de contenido erótico que, incluso, es cada vez más fuerte e intenso. “Lo mismo que pasa con cualquier droga”, ratificó.
Este mecanismo cerebral desencadena problemas vinculares serios que se manifiestan en una baja autoestima y al momento del encuentro sexual hay hombres que no pueden generar una erección o tienen eyaculaciones precoces; mientras que muchas mujeres se sienten inhibidas para mostrar su cuerpo desnudo.
“El organismo necesita el estímulo de la dopamina y no está acostumbrado a toda la descarga hormonal que tiene el acto sexual en sí mismo”.
La dopamina por sí sola no provoca una erección, se necesita de la testosterona para genera el deseo sexual y al no ir subiendo paulatinamente el juego de hormonas, cuando están frente a otra persona surge ansiedad.
“Se les presenta una ansiedad de anticipación porque vieron películas donde hacían 17 poses diferentes, con cuerpo hermosos, sin celulitis, con bulbas impecables, penes enormes, cinturas chicas, pechos voluptuosos y frente al espejo todos ellos son diferentes”, ejemplificó Aba.
“En la película el acto sexual dura 45 minutos y en la realidad no llegan a los 12 minutos y eso propicia mucha ansiedad en el varón, que al momento de vincularse no puede hacerlo; mientras que las mujeres presentan baja autoestima debido a que los cuerpos que ven en los videos son casi perfectos y eso les ocasiona inhibiciones al momento del encuentro sexual”, concluyó.