La autoestima tiene un concepto muy amplio que se sustenta en la valoración que vamos construyendo de nosotros mismos en base a nuestros pensamientos, sentimientos, valoraciones y experiencias que tomamos para nosotros mismos.
Se resumen en experiencias que, en la etapa adolescente son más acotadas, pero mucho más intensas que en el mundo adulto; y lo que se vivencia es más marcado y trae más consecuencias de las que podemos tener en la adultez, por eso es un tema muy importante para tratar.
PyP News dialogó con la licenciada en psicología Anabella Martínez (@anabella_martinez_psicologa), quien hizo hincapié en la trascendencia de prestar atención a los indicadores que puedan dar los adolescentes y que activen la intervención de los adultos para extender herramientas que contribuyan a evitar una lesión emocional que pueda extenderse en el tiempo.
“Muchas veces los síntomas de baja autoestima en el adolescente son desvalorizados, debido a que se los vincula con la edad, la etapa de la vida y los cambios hormonales y es un tema delicado que hay que abordar como adultos y como padres”, comenzó explicando la profesional.
“En la adolescencia es donde están las manifestaciones más claras y concretas de una baja autoestima, está el síntoma, la construcción y como todo es más intenso en esa franja etaria no debemos subestimarlo; tenemos que tomarlo como una manifestación concreta y si es duradero, o no, lo tenemos que acompañar de todos modos. Es importante estar atentos a las manifestaciones sintomáticas o cuestiones que son alarmantes, porque con una contención adecuada podemos evitar trastornos complejos”, alertó Anabella Martínez, reforzando la importancia del acompañamiento por parte de los adultos.
La autoestima es una valoración que tenemos de nosotros mismos, que se construye a través de pensamientos, sentimiento, percepciones y experiencias. Podemos valorar la autoestima de la otra persona, pero la que importa y tiene un efecto directo es la de uno mismo.
En tanto, la sobreautoestima se puede dar como un mecanismo de defensa en algún momento. “La persona que se describe siempre con connotaciones positivas resaltar eso sin que se detecte lo negativo; todos tenemos fortalezas, debilidades y aspectos positivos un poco más trabajados que otros en relación a la autoestima. La persona que sobrevaloriza su autoestima lo que hace es vender la parte más positiva que a veces no es tan positiva, pero está condimentada para que la podamos comprar de esa forma”, explicó la entrevistada.
Volviendo a los cambios que muestras los adolescentes, es fundamental tener en cuenta el tipo de variación, porque el factor común de un adolescente es lo cambiante.
Por momentos puede hacer algo propio de la edad, donde va cambiando y no sabe lo que quiere, “pero hay que ir observando si antes realizaba actividades que ya no quiere hacer, si hay falta de compromiso repentino, si no se siente cómodo o rechaza todo lo que sea una exposición, ya sea en lo académico, en lo deportivo, o en social”, alertó Anabella.
“También hay que registrar si empiezan a mentir, engañar, a taparse, si se niegan a la exposición en escenarios donde pueden hacerlo, o se tapan el cuerpo; cuando son muy negativos con ellos mismos o demuestran falta de confianza. La irritabilidad cuando les damos una pauta de confianza y se ponen agresivos y nos dicen que no pueden hacerlo es un aspecto muy característico de la baja autoestima en la adolescencia”.
Las enumeradas son alertas que indican que el adolescente tiene baja autoestima. En esta etapa de la vida generalmente hay algunas manifestaciones o comparaciones, pero si presentan un exceso de horas frente a la pantalla, mucho tiempo en las redes sociales observando los videos de otros que no tiene que ver con ellos, estamos ante indicaron claros de una estima baja.
En estas instancias, la escuela es un escenario complejo que trae mucha información, porque es donde se observan con mayor claridad las situaciones de bullying.
“La baja o alta estima pueden ser motivo de acoso, por parte de otro que no tiene trabajando otros aspectos. El bullying tiene que ver con el maltrato, con buscar en la otra persona motivos de enojo que muchas veces son inventados y eso habla más de la persona que lo realiza que de quien lo sufre. Si hay un estudiante aplicado, estudioso, que cuida su aspecto, que le gusta bailar o exponerse puede ser blanco de otro que quiera atentar contra eso”, subrayó Anabella Martínez.
Generalmente lo que sucede es que siempre hay alguien que es precursor del maltrato, pero tiene un trasfondo psicológico con el que busca sentirse más seguro y genera estrategias buscando a otras personas que avalen este maltrato.
“La persona que hace bullying tiene algún problema, ya sea porque recibe maltrato o ve que maltrata en su entorno siendo espectador. No hay que justificar, sino realizar una intervención en función de lo que se detecta, porque la idea es hacer algo con estas situaciones problemáticas con quien las hace y con quien es la víctima. Ambos necesitan contención e intervención directa; no hay que buscar culpables sino extender herramientas”, resumió.
Hay que darle un contexto a la violencia y para eso la comunicación es fundamental. Observar si hay cierto retraimiento, si hay cambios y no adjudicarlos siempre a la etapa que están atravesando.
“Si identificamos que algo no estaba pasando y ahora sucede y se sostiene, que hay un grupo que ya no están o que no quiere hacer ciertas cosas que antes hacía, o no desea salir a la calle de determinada manera, los adultos debemos identificar y hacer intervenciones concretar sin juzgar”, recomendó.
“Lo ideal es hacer preguntas sin sugerir que deberían hacer, porque el adolescente no tolera eso y desestima nuestra intervención”, sugirió.
Ante una problemática, los cuestionamientos deberían ir por el lado de la reflexión: ¿le harías eso a una amiga?, ¿pensás que eso es real? Cuestionamientos antes los cuales el adolescente puede repensar sin sentir que le imponen la respuesta.
“Generar preguntas sin dar soluciones que no se piden. Pensar estrategias y ciertos manejos para que tengamos accesibilidad al discurso y a las dinámicas adolescentes”.
Si el adulto no interviene el maltratador puede adquirirse como una dinámica en la adultez, en todos los ámbitos de la vida y en todos los vínculos afectivos.
“La autoestima se va conformando con nuestros pensamientos, no es algo estático. Si no realizamos el acompañamiento adecuado quedan secuelas y generamos personas inseguras”, advirtió la licenciada en psicología.
“Hay que identificar nuestras fortalezas y debilidades, pero no quedarnos en eso sino ver cómo podemos mejorarlo. Esto se puede hacer desde la niñez y durante toda la vida, porque puede revertir en cualquier momento”, alentó.