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La salud menstrual es una consecuencia directa de la educación menstrual, cuyo enfoque ha evolucionado significativamente en los últimos 25 años, ya que esta consideración específica de la salud de las mujeres está cada vez más informada por el panorama cambiante de la salud y los derechos de las mujeres. No obstante, quienes vienen desandando este camino, reconocen que aún falta mucho por hacer, hay muchos espacios y sectores a los que hay que llegar para romper con tantas décadas de avasallamientos disfrazados en prototipos estandarizados que pretenden unificar a las mujeres, erradicando la naturaleza cíclica que le da sentido al ser femenino.

La menstruación sigue sobrellevando el peso de los mitos y tabúes que la convierten en algo incómodo, doloroso, sucio y hasta vergonzoso ante los ojos de una sociedad decidida a desconocer los ciclos femeninos.

Muestra de ello es que en las escuelas no se habla de la menstruación y la educación sexual se enfoca exclusivamente en los embarazos no deseados; dentro de la Educación Sexual Integral (ESI) se contempla un espacio para hablar del ciclo menstrual, pero seguimos a medio camino, muy atrasados con su plena implementación.

La gran mayoría de las mujeres vivimos las primeras menstruaciones con vergüenza, tratando de esconderla, y cargando con la frase: “¡te hiciste señorita!”. Cuando, en realidad, tener un útero no nos obliga a serlo; cada persona se identifica con el género que siente y la menstruación no tiene que ser privativa de eso.

Para abordar la educación menstrual hay que entender a la menstruación como parte de un ciclo; más allá del hecho fisiológico hay procesos y cambios que se producen a nivel físico, emocional y energético que se atraviesan durante todo el ciclo menstrual.

“Por desconocer cómo funciona este ciclo, no nos cuidamos adecuadamente y empezamos a tener molestias que son naturalizadas. El dolor menstrual se vuelve común y en realidad es producto de un desconocimiento acerca de cómo funciona nuestro cuerpo, podemos evitar malos hábitos que convierten en dolorosas a las menstruaciones. Muchas veces pasan cosas más graves, producto de esa naturalización, donde se enmascaran detrás del dolor patologías y hay mujeres que viven durante años sin diagnóstico ni tratamiento”, empezó detallando a pypnews Luna Gramigna, creadora de @morganasaludmenstrual.

Luna comenzó a trabajar la menstruación observando qué elementos utilizan las mujeres para su higiene menstrual.

“Preguntar qué usamos las mujeres para higienizarnos esconde un tabú y eso tiene que ver con que se asocia a un momento sucio, o como algo que hay que desechar o limpiar, cuando en realidad la sangre menstrual no es propiamente un desecho”.

En consonancia con ello, un término que Luna Gramigna utiliza – y cambia el paradigma actual- es el de recibir la menstruación.

“Si bien hemos avanzando mucho, sigue habiendo mitos escondidos en frases tales como estoy indispuesta o me vino, la palabra menstruando la usamos muy poco, la invisibilizamos”.

En esta línea de pensamiento estar indispuesta se asocia a la enfermedad y es lo que la ciencia ha hecho con los cuerpos femeninos. Todos los procesos que para un cuerpo menstruante son naturales los han visto del lado de la enfermedad, porque toman como parámetro el cuerpo del varón. En la ciencia occidental se usa como ejemplo el cuerpo del varón y en base a eso establecen una media, y los cuerpos menstruantes no encajan; así surgen el síndrome premenstrual y la menstruación como algo que hay que medicar para el dolor, cuando en realidad son procesos naturales y si duele es porque no conocemos cómo funciona ese proceso.

Hubo una sociedad previa al patriarcado donde la sexualidad era vista de una forma muy diferente y la menstruación era un momento sagrado, de limpieza energética, de conexión con el mundo de los sentidos, de las emociones. La sociedad capitalista exige ser hiper productivo y no hay lugar para los ciclos de la mujer, porque tiene momentos productivos y otros que no son productivos económicamente sino para la salud mental, para el descanso, la conexión con una misma y no estamos para servir a los otros, y ahí se vuelve un problema porque lo que quieren es que nuestros días sean todos iguales para que podamos ir a trabajar, como si nada”, resumió.

En las tribus de los pueblos originarios, cuando las mujeres menstruaban se iban solas a una carpa, se apartaban por una cuestión de salud mental, porque necesitaban espacio para ellas y para su limpieza energética y no podían estar dispuestas para el otro. La organización social tenía en cuenta el ciclo menstrual, pero con el tiempo y con el advenimiento de otras sociedades más patriarcales esto, que es algo positivo, se empezó a ver como algo negativo.

“En la actualidad, las mujeres ya no se aíslan, pero invisibilizan su menstruación y la colocan del lado de la enfermedad”, lamentó Luna.

Se ha intentado normalizar el ciclo femenino, por eso lo que más recomiendan son las pastillas anticonceptivas, que en su momento fueron un avance importante para la planificación familiar y para sacar a la mujer de que el único camino posible era la maternidad y fue una liberación, “pero ese precio se pagó muy alto y nos quitó el poder vivir el vaivén del ciclo menstrual, los cambios en la energía productiva, pero en el contexto capitalista no hay lugar para el descanso”.

Es difícil hablar de menstruación sin mencionar el ciclo. Lo único que se conoce es la menstruación, como algo ajeno, como algo que no esperamos, que irrumpe, esencialmente por estar desconectadas de todos los procesos que las mujeres van viviendo a través del ciclo menstrual, que consta de cuatro momentos con características que inciden a nivel físico, fisiológico, emocional y energético: el momento de la menstruación, el preovulatorio, el ovulario y el premenstrual.

Para menstruar hay más productos de los que imaginamos, que además son sustentables, no contaminantes y nos posibilitan vivir de otra manera el sangrado mensual.

 

Mirá el video con las opciones naturales que hay para transitar el sangrado:  https://www.youtube.com/watch?v=8viv3H1GGn4

 

“Usar productos reutilizables, como la copa menstrual o las toallitas de tela, me llevó a entender que la sangre menstrual no es un desecho y eso me abrió una percepción muy diferente que me estimuló a indagar en mi ciclo menstrual y conocer muchos aspectos que nunca me habían enseñado”, destacó la entrevistada.

 

Copa menstrual.

En la actualidad, es la más conocida, la diva de los productos ecológicos y reutilizables. Es un producto que mucha gente aún desconoce, pero es un invento del siglo XX y va a cumplir 83 años de existencia. Recién la estamos conociendo y esto se debe a que el primer material con el que se fabricó era caucho, por lo que era bastante dura; en el 2000 se empezó a hacer de silicona médica, lo que la convierte en más segura a nivel ginecológico porque se puede esterilizar, está probado que son hipoalergénicas, se pueden usar internamente sin que provoquen ningún tipo de infección y son mucho más cómodas que un tampón. La copa recoge la sangre y tiene una vida útil de 10 años.

En la Argentina, el boom de las copas menstruales se dio en el año 2015, cuando escasearon los tampones y las menstruantes empezaron a buscar alternativas y dieron con la ella, y descubrieron lo bueno que está usarla.

“Cuando probás la copa te volvés fanática, porque es muy cómoda y te das cuenta que los que pensabas de tu menstruación no es real; el olor, el color, la cantidad de sangrado cambia cuando empezamos a usar productos no desechables”, aseguró Luna Gramigna.

 

Toallitas de tela.

Son otra opción, también reutilizables y muy fáciles de usar, porque no van de forma interna y no tienen ningún tipo de especificaciones. Es como una toallita descartable, pero de tela, con un paño absorbente e impermeables.

“Para usar este producto se necesita de educación menstrual, porque a muchas mujeres les da asco su sangre y eso hace que no la quieran lavar y los productos reutilizables fomentan esa idea; al usar tampones la sangre se altera y eso hace que el olor sea desagradable”, advirtió Luna.

 

Esponja menstrual.

La usaban en la antigüedad. Es una esponja marina natural que se recolecta de manera sustentable. Generalmente vienen desde España, del mar Mediterráneo. Algunas vienen blanqueadas y otras no.

La esponja se usa como la copa, pero lo que hace es absorber la sangre. A diferencia del tampón, no despide ningún químico nocivo para la salud, “hay que tener en cuenta que cada una se tiene que responsabilizar de su salud menstrual y no estar 12 horas con una esponjita, mejor es cambiarla más seguido o alternar con otro método”, subrayó Luna.

 

Ropa interior menstrual

Hace poco se conocieron. Son bombachas absorbentes, gracias a la tecnología textil que se ha desarrollado en los últimos años y que comenzó con la ropa deportiva y ahora se usa también para la gestión menstrual, porque hay telas que son impermeables y respirables a la vez. Es una bombacha estética, fina, sin tanta tela, eficaz y a la vez responsable, la bulba respira y no se necesitan químicos super absorbentes. Se lava y se vuelve a usar.

 

Sangrado libre

Este es todo un debate, pero existe un movimiento de sangrado libre, basado en la percepción del útero y en sentir cuando está por venir e ir al baño como si fueran a hacer pis. Si bien no se puede contener la sangre como al pis “sí se puede percibir cuando nos está por venir y eso pasa cuando tenemos otra conexión con la menstruación y para eso la copa menstrual, las toallitas de tela son productos que te ayudan a conectar con esa percepción del cuerpo, que se pierde con los tampones y toallitas descartables porque se altera la menstruación”.

 

Cada 28 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Higiene Menstrual, un día creado para combatir el estigma de la sangre menstrual, así como también para generar redes de información sobre cuidados de la salud y de nuestra economía.

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